sábado, 17 de mayo de 2008

Sorpresas te da la vida


La vida sorprende, siempre, es su carácter. Y no sólo sorprende en el momento, en ocasiones te hace volver a un pasado muy lejano y te sorprende lo lejos que está, o a un pasado más cercano pero que de repente huye lejos, como si casi no hubiera existido. También está la sorpresa de un futuro diferente o, más sorprendente aún, un futuro igual al pasado.

Una conversación en un pasillo vuelve a colocarte el pijama a base de preguntas de trivial junior o empiezas a comprender silencios que dolían. Una puerta azul te acerca a la eterna pregunta: "¿qué pasa, pues?". Unos brazos más delgados huelen a patxarán Zoco. Y te sorprendes con la mirada cambiada. Y te reflejas en una mirada diferente.

Y de repente la punzada. Contener las lágrimas. Andar, andar, andar. Y respirar hondo. Hablar. Y volver a respirar. Un abrazo. Inspira, espira. Vuelve a vestirte de cota de malla, mañana la respiración debe salir sola. Y lo hará.

Un beso en el pelo, una caricia, un cepillo de dientes. Y si alguna vez la vida, por desgracia, te sorprende así, que también sea así, de esa manera. Con bombas japonesas y libros inacabados.

Y si, por suerte, la vida deja de sorprenderte así. Que sea porque te has acostumbrado a risas bajo la lluvia, a fotografías, a no saber qué ponerte. Y que siempre haya una partida de chinchón que jugar.

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