jueves, 24 de febrero de 2011

Refugios

Si te enfrentas muchas veces al mismo temor, puedes superarlo y olvidarlo, o convertirlo en tu amigo, en tu refugio.
Cuando temes quedarte solo, huyes lejos de la gente. Que seas tú quien se va y no ellos quienes se alejan. Ya no temes quedarte solo, ya lo estás, y por que quieres. No duele, no quema, no hiere.
Si has logrado la difícil meta de soportarte a ti mismo, incluso puede que empieces a gustarte y a disfrutar de tu compañía. Trampa. Te conoces, te soportas, te cuidas, te respondes y te quieres. Todo fácil. Uno no se supera a sí mismo refugiándose en facilidades. Un día tendrás que volver a sentirte solo junto a soledades ajenas. Difícil. Retador. Motivador.



Pero qué rico sabe para a repostar y a curar heridas con quien mejor te conoce y te cuida.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Reclamos


La mayoría de las personas piensa que enfadarse es un derecho adquirido a base de sacrificios, renuncias, "aguantes" y malos ratos varios. Y así actuamos. Un día, algo no nos gusta y nos enfadamos, exigiendo que no sea como es, que sea como debería ser. Nos sentimos vejados y volvemos a exigir reparación. Estamos en nuestro derecho, después de todo, ¿qué nos impide enfadarnos?


¿Acaso nuestro enfado puede dañar a alguien? ¿Acaso nuestro enfado nos evita comprender a los demás? ¿Acaso nuestro enfado va a tener consecuencias? ¿Acaso no bastará luego con hacer como que nada ha pasado? ¿O con pedir perdón borraremos las huellas de nuestros malos gestos?


¡Tengo derecho a enfadarme! Y tengo aún más derecho a que después todo siga igual, o mejor, que siga como yo quiero. Al fin y al cabo, nos enfadamos para cambiar las cosas, para conseguir nuestros propósitos, para reclamar algo. Todos los enfados son reclamos y estrategias, y si no funcionan, nos enfadamos más.


¡Pero tengo derecho! Y como lo tengo lo uso, y mientras funcione lo seguiré usando. Y si no funciona, con volver a la normalidad basta. Pero que nadie se enfade por mi enfado, ¡estaba en mi derecho!


Todo enfado tiene solución, como todos los derechos, basta con aceptarlo como algo que no conlleva responsabilidades ni deberes. Igual que tenemos derecho a la vida, a la libertad y a la felicidad y ello no implica la obligación de respetar la vida ajena, invadir la libertad de los demás o ser agradecidos por no pasar hambre semanas enteras. ¡Tengo derecho!, punto. Cuando me canse de usarlo, dejaré de enfadarme y aquí paz y después gloria.


Qué pena que otros sentimientos no se consideren derechos y no tengan tan fácil solución. Puntos suspensivos.







(Si un "lo siento", un abrazo o un arrepentimiento sincero pudieran borrar el daño causado… También los derechos se vuelven contra quien los ejerce. Aún así:

LO SIENTO)