jueves, 18 de octubre de 2007

AMIGOS, LINIERS; LINIERS, AMIGOS


Hace poco que descubrí a Liniers. Sensible, irónico y absurdo. Para emocionarse, sonreír y pensar. Creo que me estoy convirtiendo en admiradora suya. Aún no he pasado la barrera que me convertiría en fan, porque la verdad es que su biografía no me interesa demasiado. Sus tiras son demasiado geniales como para asociarlas a alguien concreto.


Es argentino. Creo que mi afición a los dibujantes más "boludos" del otro lado del atlántico comenzó con Quino. Aprendía a leer Mafalda antes de saber que la M junto a la A se convertían en MA. La casa de mi abuela en el pueblo estaba llena de librillos y hojas sueltas llenas de Manolitos, Susanitas, Felipes y Libertades, muchas libertades.

Más tarde Quino empezó a asomar su nariz en el suplemento de El País que yo devoraba los domingos lluviosos en mi casa. Esas tormentas trajeron la fiebre del crítico social más ingenioso a las estanterias de la ciudad, que florecieron de libros gordos como códices.


Cuando las tres mujeres de la casa nos empezamos a alterar llegó Maitena. Con su humor feminista, ácido y, también, argentino. Yo empezaba a tomar decisiones solita, y en ella encontré un buen reflejo de esas contradicciones que nunca me han abandonado y de las paradojas que se pasean por el mundo.
Ella es mordaz, pero muerde con ternura. Se ríe de todo, hasta de las cosas que más le molestan. Todas las ocasiones en que me encuentro con una viñeta suya acabo relativizando mis sentimientos y reafirmando mi derecho a vivirlos.


Ahora es Liniers quien me hace compañía (y a quien me saluda virtualmente) en las noches en las que comienzo a aceptar el absurdo del día a día, la sociedad que nos toca cambiar y los sinsentidos de hacerse mayor. Por ello os lo quería presentar. A quienes ya lo conozcáis, para que me refutéis o me déis la razón. A quienes le acabáis de dar la mano, para evitar que la soltéis antes de tiempo.




viernes, 12 de octubre de 2007

LOLITA, de Vladimir Nabokov

A-NO-NA-DA-DA. Así, dicho despacito, es como me he sentido mientras leía Lolita. Mi incultura me había llevado a pensar que era un libro con tintes eróticos (lo que me atraía) contado a lo “road movie” (lo que me repelía). Bien, no es un libro erótico ni está contado según un género claro, pues mezcla distintos estilos de narración.
¿Provocador? Subversivo, pero nada inmoral. Amoral, quizás, como considero que lo son las mayores obras de arte.
Es el libro que más me ha impactado por la historia que cuenta y por cómo la cuenta. Llega a las algas de las simas más profundas de los personajes, a veces puedes tocarlas, a veces te las muestra como en un documental, a veces te las describe de la manera más cruda y apasionada.
No esperéis un tratado sobre pederastia, ni la recreación del mito erótico de la lolita (el mito y la obra sólo tienen en común el nombre), ni una historia de amor alejada de las convenciones. Podéis encontrar todo esto si vais con algún tipo de prejuicio, pero yo os aconsejo que os dejéis llevar. Que os indignéis con Humbert Humbert, que os entren ganas de partirle la cara a Lolita, que os riáis de los dos, que los lloréis, que los comprendáis, que los juzguéis... Porque los personajes son más humanos que nosotros. Porque te persiguen. Porque buscas una explicación que no existe durante todo el día.

No tengo más palabras, hay que leerlo con las tripas. A mí ahora me toca la segunda parte: dejarlo reposar.