jueves, 22 de mayo de 2008

CUARENTA AÑOS


Sólo había publicado un relato en sus cuarenta años de ensoñación. Los diez ejemplares del cuadernillo que le correspondían por derecho los había regalado a quienes más sufrían sus bloqueos creativos y a sus críticos más indulgentes. Había conservado dos, hurtados a otro iluso. Uno, para ella; otro, para alguien muy especial cuya desconocida presencia esperaba de un día para otro.


Cuarenta años y por fin sentía más de lo que podía escribir. Cuarenta años y había entregado el otro ejemplar, con la pompa que ella dramatizaba. Olvidó ese momento, en el mismo lugar donde había adormecido a sus musas.


Entonces, la bofetada. Allí estaba el cuadernillo. Sus escasas cien páginas garabateadas, dobladas, arrugadas, convertidas en carpeta. No, ni siquiera eran una carpeta, sino un práctico portafolios. ¡Ensoñaciones convertidas en pragmatismo!


Su rabia dudó entre el objeto y el sujeto, y ese momento de distracción lo aprovechó una sonrisa para colarse en sus labios. Una sonrisa como ella soñaba sus historias: irónica en el planteamiento, divertida en el nudo, dulce en el desenlace.


Al fin, sus relatos ayudaban a alguien a cumplir sus sueños.






sábado, 17 de mayo de 2008

... y los sueños, sueños son.

- Entonces, ¿cómo podemos saber que esto no es un sueño? —decía Ana.


La pregunta que llevaba años esperando que le hicieran. ¿Sabía contestarla? Había escrito su tesis basándose en ella, aún seguía investigando, conocía la respuesta aunque no pudiera demostrarla.


Y ahí estaba ella. Un terremoto provocando fisuras en su mayor convencimiento.


Esos ojos llenos de vida, vestidos de picardía para ocultar la más pura inocencia. Los labios entreabiertos, queriendo beberse sus palabras. Unas palabras que se atascaron en un guiño.


- Pellízcate – contestó don Alberto.




Sorpresas te da la vida


La vida sorprende, siempre, es su carácter. Y no sólo sorprende en el momento, en ocasiones te hace volver a un pasado muy lejano y te sorprende lo lejos que está, o a un pasado más cercano pero que de repente huye lejos, como si casi no hubiera existido. También está la sorpresa de un futuro diferente o, más sorprendente aún, un futuro igual al pasado.

Una conversación en un pasillo vuelve a colocarte el pijama a base de preguntas de trivial junior o empiezas a comprender silencios que dolían. Una puerta azul te acerca a la eterna pregunta: "¿qué pasa, pues?". Unos brazos más delgados huelen a patxarán Zoco. Y te sorprendes con la mirada cambiada. Y te reflejas en una mirada diferente.

Y de repente la punzada. Contener las lágrimas. Andar, andar, andar. Y respirar hondo. Hablar. Y volver a respirar. Un abrazo. Inspira, espira. Vuelve a vestirte de cota de malla, mañana la respiración debe salir sola. Y lo hará.

Un beso en el pelo, una caricia, un cepillo de dientes. Y si alguna vez la vida, por desgracia, te sorprende así, que también sea así, de esa manera. Con bombas japonesas y libros inacabados.

Y si, por suerte, la vida deja de sorprenderte así. Que sea porque te has acostumbrado a risas bajo la lluvia, a fotografías, a no saber qué ponerte. Y que siempre haya una partida de chinchón que jugar.