sábado, 15 de marzo de 2008

LOS AMIGOS SON LOS HERMANOS QUE NOSOTROS ELEGIMOS

“(...) Yo la habría cuidado. Se lo dije a mi hermano; como no me importaba el colegio, me habría quedado en casa y ocupado de Ariana. Pero Albus me dijo que yo debía terminar mis estudios y que él reemplazaría a mi madre. Fue un apequeña humillación para Don Brillante. Porque no te dan premios por cuidar de una hermana medio loca, ni por tratar de impedir que vuele la casa cada dos por tres. (...)”


Nunca pensé que pondría un trocito de Harry Potter aquí. Pero ayer, precisamente ayer, recordé una etapa de mi pasado. No la mejor, ni la más dulce, pero importante en mi vida.


Siempre he agradecido a mi madre que estuviera a mi lado.


Siempre me olvido de quien se sentaba en mis rodillas, quien se distanció de sus amigas, quien empezó a suspender algún que otro examen.


A esa persona nunca le dieron ningún premio, lo justo las gracias. Y sin embargo nunca lo vivió como una humillación. Con sólo 15 años se comportó como hay veinteañeras que no lo harán nunca. Fuerte como pocas madres, bienhumorada como pocos cómicos, paciente como pocos médicos.


Esa MUJER, así con mayúsculas, que siempre me echaba en cara que no le dejara la ropa y que la riñera cuando me despertaba de la siesta nunca, NUNCA, me ha pedido que la compense por esos años que le estropeé, nunca me ha exigido nada a cambio, nunca me atacó en mi talón de aquiles (siempre prefirió mis orejas o mi desafine).


Al poco tiempo vimos como nuestra familia acababa por romperse como siempre habíamos adivinado. Vimos hermanas que se portaban como desconocidas. Y hermanos y madres que tomaban su papel en serio y estaban a la altura. Quizá aprendimos de eso. Quizá lo llevábamos muy dentro. Nuestras discusiones nunca llevaron la sangre al río, la retenía un abrazo o un mando a distancia a tiempo.


Pasamos mucho tiempo negando que en el fondo nos queríamos. Aún nos cuesta decírnoslo a la cara. No sé si la volvería a elegir como hermana, pero sí sé que hace tiempo que la elegí como amiga. Una gran amiga que siempre ha sido como mi hermana. Una amiga que por ser mi hermana nunca sabrá cuánto ha significado, significa y significará para mí.

jueves, 13 de marzo de 2008

VENTANAS TRAS LOS ESPEJOS

Soy una mujer de espejos.


Pero sobre todo de ventanas.


No soy una cotilla de esas de averiguar la vida de los demás espiándoles, soy una cotilla de espiarles para imaginar su vida.


Unas veces me imagino lo peor, otras lo mejor. Pero lo que más me gusta es crearles vidas anodinas, de esas que nunca salen en la tele, ni en los libros de historia, ni en las películas, pero de las que se nutren las mejores novelas.


Macondo era un pueblo fantástico, como tantos otros de los que nunca conoceré el nombre.


Ana Karenina una mujer infiel, atormentada, rica, celosa, compleja... como casi todas.


Ponyboy Curtis un chico de barrio sensible, soñador, adolescente, como mi vecino del décimo o como lo fue el albañil que construirá mi futura casa.


Sonia una puta con corazón que ayudó a purgar el crimen y el castigo de un personaje del que nunca recuerdo el nombre, ninguna puta con corazón se hará famosa, pero ya tienen muchas películas estas princesas y más canciones estas magdalenas.


Todas esas personas, todas esas vidas, es lo que observo por mi ventana. Y en su cristal me reflejo como en un espejo. Y entonces pienso en mi vida. Que nunca nadie conocerá, pero que es de novela. Como la vuestra. Por que la verdadera historia (history y story, que los ingleses saben más de distinciones) es la cotidiana, porque hacer cosas extraordinarias tiene que ser maravilloso, pero hacer extraordinario cada día de nuestra vida nos hace maravillosos a nosotros.


Optimismo al poder.