sábado, 8 de septiembre de 2007

"La señora Dalloway" de Virginia Woolf

"Porque ya no lo soportaba más. Aunque el doctor Holmes dijera que no era grave. ¡Cuánto más preferiría que hubiera muerto! No podía seguir sentada a su lado cuando miraba de quel modo y no la veía y todo resultaba tan terrible; cielo y árboles, niños que jugaban arrastrando sus cochecitos, tocando el silbato, cayéndose; todo era terible. Septimus no se mataría; y ella no se lo podía contar a nadie. "Ha trabajado demasiado", era todo lo que podía decirle a su propia madre. Amar nos separa de los demás, pensó. No se lo podía contar a nadie, ni siquiera a Septimus ya, y, al volver la vista, lo vio sentado, solo, con su abrigo raído, en el banco, inclinado hacia delante, mirando fijamente. Y era cobardía en un hombre hablar de quitarse la vida, pero Septimus había luchado en la guerra; era valiente; pero ya no era Septimus. Si se ponía el cuello de encaje, si se ponía el sombrero nuevo, su marido no se daba cuenta; y era feliz sin ella. ¡Ella nunca sería feliz sin él! ¡Nunca jamás! Septimus era egoísta. Como todos los hombres. Porque no estaba enfermo. El doctor Holmes decía que no le pasaba nada. Extendió las manos. ¡Mira! El anillo de boda le bailaba en el dedo, de tan delgada como se había quedado. Era ella quien sufría..., pero no tenía a nadie a quien contárselo."

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