
Hace poco que descubrí a Liniers. Sensible, irónico y absurdo. Para emocionarse, sonreír y pensar. Creo que me estoy convirtiendo en admiradora suya. Aún no he pasado la barrera que me convertiría en fan, porque la verdad es que su biografía no me interesa demasiado. Sus tiras son demasiado geniales como para asociarlas a alguien concreto.
Es argentino. Creo que mi afición a los dibujantes más "boludos" del otro lado del atlántico comenzó con Quino. Aprendía a leer Mafalda antes de saber que la M junto a la A se convertían en MA. La casa de mi abuela en el pueblo estaba llena de librillos y hojas sueltas llenas de Manolitos, Susanitas, Felipes y Libertades, muchas libertades.
Más tarde Quino empezó a asomar su nariz en el suplemento de El País que yo devoraba los domingos lluviosos en mi casa. Esas tormentas trajeron la fiebre del crítico social más ingenioso a las estanterias de la ciudad, que florecieron de libros gordos como códices.
Cuando las tres mujeres de la casa nos empezamos a alterar llegó Maitena. Con su humor feminista, ácido y, también, argentino. Yo empezaba a tomar decisiones solita, y en ella encontré un buen reflejo de esas contradicciones que nunca me han abandonado y de las paradojas que se pasean por el mundo.
Ella es mordaz, pero muerde con ternura. Se ríe de todo, hasta de las cosas que más le molestan. Todas las ocasiones en que me encuentro con una viñeta suya acabo relativizando mis sentimientos y reafirmando mi derecho a vivirlos.
Ahora es Liniers quien me hace compañía (y a quien me saluda virtualmente) en las noches en las que comienzo a aceptar el absurdo del día a día, la sociedad que nos toca cambiar y los sinsentidos de hacerse mayor. Por ello os lo quería presentar. A quienes ya lo conozcáis, para que me refutéis o me déis la razón. A quienes le acabáis de dar la mano, para evitar que la soltéis antes de tiempo.